“Il Dolce far niente”: La respuesta italiana para el post covid

Seamos honestos: vivimos bastante mal la era del Covid, y el futuro hoy parece muy lejano y problemático… ¿y si nos enfocamos en disfrutar el presente y vivir el “dolce far niente”?

…..siempre y cuando haya un después del Covid…..

Época romana del emperador Tiberio. Reunión casual: un viernes por la noche con unos buenos amigos. El anfitrión es un “influencer” famoso, Plinio “el joven”. Brillante escritor de familia rica, inteligente, simpático y algo carismático. Amigo de gente importante de la época, pasado a la historia por ser el sobrino de Plinio “el viejo” (¡qué fantasía!), cronista oficial de la erupción del Vesuvio en el 79 d.c. En su maravillosa villa en la playa muchos invitados de la “Roma bien”, cada quien con su vinito. Platicando a gusto del clima, de la moda del momento y de la última espeluznante exhibición de esclavos en el Anfiteatro.

Dolce far niente: “Illud iucundum nihil agere”

La villa se encuentra cerca de Roma, a la orilla del mar Tirreno, en un pueblo bellísimo, que el mismo Plinio describe como “un inmenso anfiteatro que solo la naturaleza puede crear”. Uno de sus cuartos es ocupado por una joven: una mujer que imaginamos bella, despierta y de buena familia. Disfrutando a todo lo que da la villa, sus alrededores y la excelente compañía. Sentada en una chaise longue, contemplando extasiada el panorama, comparte un comentario a su amiga y a todos los demás, en latín (no, en instagram no se podía todavía): “Illud iucundum nihil agere”, “Aquel dulce hacer nada”.

Este momento específico, de tarde calurosa de fin de siglo (el primero después de Cristo, nda) en villa de una playa chic de litoral del Lazio, marca oficialmente la canonización del concepto del “dolce far niente”. El mismo Plinio evocará este momento y lo dejaría a la posteridad, algún tiempo después, en su Libro VIII de “Le Epistole”. “Tengo mucho tiempo sin saber que es el descanso, la tranquilidad, como sea estar en aquella condición de no hacer nada, de no ser nada, sin actividad, pero sin embargo, gozando”.

“Eat pray love”: Julia Robert y la pizza margherita

Pasan varios siglos y la literatura europea, en el periodo del Gran Tour, retoma el concepto, típicamente italiano, y resaltar esta capacidad, única, de disfrutar un merecido descanso. Más recientemente, el best seller autobiográfico de Elizabeth Gilbert,  “Eat, Pray, Love”, con la película que le siguió protagonizada por una estelar Julia Roberts, se ocupa de difundir, en todo el globo terráqueo, este concepto único y fascinante: el placer, consciente, de despegarse para un rato de los problemas cotidianos y, con ellos, del estrés y de lo rutinario, para entrar en un mundo íntimo de armonía y paz interior. 

“Un encuentro con tus sentidos”, diría el escritor Luciano De Crescenzo. Una cita con sí mismo, para “poner la casa en orden”, recargar las pilas, y disfrutar de lo majestuoso que es el simple ser, existir. ¡Cuidado!, ¡No se confunda todo eso con el ocio!. Este se nutre de un sentimiento negativo de nihilismo, dejarse ir, en el cuerpo y en el alma. El dolce far niente, nace en un lugar del alma de mucha nobleza y positividad: ser conscientes de quererse y, de ahí, querer auto-celebrarse ¡es el homenaje del ser humano a sí mismo!

Pandemia vs Dolce far Niente

Pero ¿qué tiene que ver el “dolce far niente” con la pandemia? ¡Mucho! Porque si algo nos está dejando estos últimos tiempos, es un enorme sentido de precariedad. De un día para el otro, violentos ataques al cuerpo y a la mente, llegaron violentamente a revolcar nuestro presente y agrietar nuestro futuro. Expuestos a una dramática, cuanto indeseada, convivencia con la enfermedad y la muerte, el virus nos exhibió como nunca antes, dejándonos expuestos a todas las inquietudes conocidas y por conocer. En este contexto, asume un papel todavía más relevante focalizarse en el presente, en el momento, eh ahora. Carpe diem, valorar ahora a nosotros mismos, sustraídos a esta fragilidad.

“Chi vuol esser lieto sia, del doman non vi è certezza”, “quienes quieran sean felices, (porque) del mañana no hay certeza”, escribía el magnífico Lorenzo de Medici. Antes un futuro que, a golpes, descubrimos sobrevaluado, la salvación está entonces en un presente por rehabilitar. ¿Cómo? Con el “Dolce far niente”. Aprovechar el tiempo que nos está dejando el homeworking y la crisis laboral. Apapacharnos a nosotros mismos, darnos unos momentos para encontrarnos, relajarnos. Sin hacer nada más que disfrutar el hecho de ser parte de este maravilloso mundo.
“Dolce far niente” ¿qué más?