Contar la historia de Paola Pace Donati podría tomarte años. Hija de diplomático, su vida parece salir de una serie Netflix. Ha sido testigo de muchos de los eventos históricos más importantes de este último siglo alrededor del mundo. Paola vivió la Roma lastimada de la Segunda Guerra Mundial, la París eléctrica de la “Liberación”, la sanguinaria Haití del Papa Doc Duvalier, la misteriosa Nueva York de Radio Free Europe, la glamourosa Roma de “la dolce vita” y finalmente, el México hiperdinámico de los Salinas. Hoy pasa gran parte de sus días en un departamento en Polanco, con la sola compañía de sus infinitos recuerdos y de dos graciosísimos gatitos, que la acompañan y la apapachan en todo momento.
La infancia: los primeros años fueron difíciles, aún vividos desde una perspectiva, de alguna forma, privilegiada…
Honestamente de mis primeros años no tengo recuerdo muy felices, excepto por todos aquellos vividos en familia. El dramático viaje a Francia, cuando mi mamá escondió nuestras joyas en un forro del abrigo, mío y de mi hermana, para que no nos robaran; el fastidioso olor a pescado frito y la alegría de los soldados americanos por las calles de París, ofreciendo caramelos; la pesada difidencia hacia los italianos, a la época no tan queridos…
La difícil convivencia con los niños franceses en primaria, pero también con los compañeros de secundaria cuando regresamos a Roma, al Vaticano, finalmente pesaron mucho. Nunca me sentí aceptada por los demás y creo que eso ha marcado toda mi vida. Aun así, las cosas cambiarían porque la familia debió mudarse otra vez…
La adolescencia y la juventud: Con la llegada a Haití su fortuna personal parece finalmente cambiar…
Todo cambia en 1953 con un crucero de 32 días: con la Costa cruzamos el Océano Atlántico en un viaje que recuerdo ¡maravilloso! Llegando a Haití me tropiezo otra vez con la difidencia de la gente. Sin embargo, ya me habían crecido las garras y, esta vez, supe defenderme. Finalmente hice muchos amigos y pude vivir mi tiempo en la isla con gran alegría. A pesar de Duvalier y sus locuras voodoo, fue una época de grandes fiestas, bailes, risas y diversión.
Fue también una época de gran emancipación personal, tanto que de jovencita, expresé con firmeza el deseo de vivir sola a mi familia. Antes de cumplir 18 años ya estudiaba, trabajaba y me divertía, sola, en New York. Llegué a la “ciudad que nunca duerme” en el ’60, desempeñándome como maestra de francés e intérprete. Eso me llevó a conocer los locutores de “Radio Free Europe”, con los cuales compartí experiencias extraordinarias. Recuerdo todavía con exaltación las manifestaciones de 1961 a favor de los Estados Unidos, durante los días de crisis de la guerra fría, de la “bahía de los cochinos”.
La Dolce vita…
Desafortunadamente mi permiso de estancia de 18 meses en Estados Unidos venció, así que, después de una breve, negativa, experiencia en Dublín, llegué a Roma. Era la Roma de Fellini, Mastroianni, Liz Taylor. La “Dolce vita” seguía en algunas carteleras. Recuerdo que diario íbamos por un aperitivo al “Rosati” en Piazza del Popolo, donde todo mundo se sentaba y donde conocí, entre otros, al gran Ennio Morricone. Fui muy amiga de Gualtiero Jacopetti, autor de “Mondo cane”, un largometraje de culto en la historia del cine, y con él pude presenciar todas las premieres de la época de oro de Cinecittà. Aquí también me encontré a un viejo amigo de la época de Haití, Piero, mi futuro esposo...
La adultez: La joven emancipada y llena de “joie de vivre” Paola Pace se convierte en la señora Donati. ¿Que significó ese cambio?
Con Piero Donati, dirigente de una importante empresa multinacional, llegué en 1963 a la Ciudad de México. Permanecimos casados hasta su deceso, en 2008. Recuerdo estos 45 años como en una época muy bonita de mi vida. En realidad, la joven emancipada continuaba sin parar su vida, también de casada. Claro, mis intereses cambiaron y empecé a estudiar filosofía con dos grandes personajes: Juliana Gonzalez, directora de cátedra de la UNAM por muchos años, y Ramón Xirau, hombre de enorme cultura y reconocido poeta de infinita sensibilidad.
Fui también miembro de la federación mexicana y mundial de “Los amigos de los museos”. Con ellos tengo un recuerdo bellísimo, relacionado a la organización de la expo en Oaxaca, una feria de nivel mundial que vio la presencia, entre otros, del director del Hermitage.
La edad madura: Finalmente Paola Pace Donati, una señora que se ocupa de lo social y de política
Vivimos una bella temporada en Estados Unidos, junto con mi hijo Roberto, en esa época estudiante de la “Brown University” junto con el querido Giovannino Agnelli. En Boston, tuve el honor de conocer a Umberto Eco, que a la época daba clases ahí. Regresando a México, con Michele de Maria intentamos producir un periódico, pero no tuvo mucha vida: eran tiempos difíciles aquí en México. De esa época son también mis encuentros felices con el fútbol. Viví en primera persona los mundiales del ’70 y del ’86, quedando en contacto con muchos jugadores y dirigentes de la época.
Entre ellos mi gran amigo Paolo, Pablito Rossi, que falleció hace unos meses: a la fecha sigo en contacto con su esposa. Un poco como homenaje a Piero, gran aficionado juventino, instituí el primer “Juventus Club” en México, primer club de aficionados del football italiano en este país.
En estos últimos años, debido supongo sobre todo a mis relaciones, he sido coordinadora de varios partidos y movimientos políticos. Nunca quise dejar México, y después de un tiempo en Playa del Carmen, esta primavera finalmente regresé a la Ciudad de México donde resido actualmente. Y aquí sigo, tranquila, mi vida.
Hoy en día
Hoy en día, Paola sigue viviendo su vida con serenidad y optimismo. La amiga de Agnelli, Salinas, Paolo Rossi, que estrechó la mano a Frank Sinatra, tomó un spritz con Ennio Morricone y escuchó clases de Umberto Eco y Ramón Xirau. La persona que vivió historias que podrían cambiar la historia, que presenció eventos que solo podemos leer en libros o ver en documentales de National Geographic. La señora Paola Pace Donati, puedes encontrarla paseando hoy por Polanco. O comiendo en la Piccola Trattoria con sus viejos y nuevos amigos, con la gracia y la sonrisa de aquellas que, a la vida, ya no pueden pedir nada.
¡Gran historia! Invitamos a la comunidad a leerla. 🤗